De bote, no debate

Hablemos pues del segundo debate. No tiene remedio y no hay para dónde hacerse, y además fue el tema de ayer en todos los espacios locales y regionales de análisis y comentario. Debo confesar que yo solamente pude ver una parte del show que nos ofreció el Instituto Estatal Electoral y de Participación Ciudadana (IEE y PC) -mucho nombre y muy poca efectividad- con un nutrido elenco en que participaron seis caballeros y una dama solitaria ¡que viva la equidad de género! Seis caballeros por llamarles de alguna manera, porque algunos, la verdad, se comportaron como verdaderos bellacos a la hora de los argumentos y las propuestas, que dicho sea de paso, brillaron por su ausencia.

Solo pude ver una parte, y con lo que vi fue suficiente. Creo que lo que no vi no significó realmente ninguna pérdida. La noche del martes asistí a una cena que se ofreció en los jardines del Instituto Kino, en honor del inolvidable presbítero Pedro Villegas, y de los nuevos presidentes del Patronato de la Fundación Padre Pedro Villegas, Luz Elena y Carlos Baranzini Coronado. Entre este evento y el que tuvo lugar en Cajeme, media un abismo de diferencia, en contenido y en calidad. Una extraordinaria velada de la que ya les platicaré en otra ocasión. Hoy hay que hablar casi por necesidad del encuentro entre los candidatos, porque debate no fue, aunque haya habido un poco de más espectáculo con los ataques y contraataques, sobre todo en contra de la dama solitaria que portaba un llamativo vestido color azul-verde, como para contrastar con el azul pitufo de Acción Nacional.

Ciertamente este evento fue un tanto cuanto diferente al anterior, celebrado en Hermosillo. Los candidatos de izquierda fueron los mismos gatos nomás que un tanto más revolcados, en harina, en arena o detritus. Sus previsibles ataques intentaron ser demoledores, volcánicos, pero terminaron resultando monótonos y repetitivos, referidos principalmente a la deplorable actuación del sátrapa Guillermo Padrés en el gobierno que ha encabezado, y los increíbles niveles de corrupción a que se ha llegado en este sexenio que venturosamente ya concluye. Nada nuevo, no bajo el sol, sino bajo las lámparas del local en que se llevó a cabo el simulacro de debate.

En esta ocasión se presentó una jocosa comparsa multicolor (amarilla, azul, morada, naranja, etcétera) clase TUCOC -“todos unidos contra Claudia”- lo cual se interpreta como que todos, sin excepción, aceptan que ella va a la cabeza y despegándose cada vez más de su más cercano perseguidor, el señor Javier Gándara. Ante esta embestida, tan coordinada como inefectiva, la señora Pavlovich ni sudó ni se acongojó. Probablemente ya lo tenía previsto, o algún pajarito le sopló en el oído lo que se avecinaba, vaya usted a saber, el caso es que se mantuvo serena, dueña de sí misma, y capeó el temporalillo de majaderías sin ningún problema. Se mantuvo en sus trece, y manejó sus temas con soltura, propiedad y calidad.

El debate finalmente estuvo de bote, es decir, imposible de aguantar a menos de que se tuviera un bote (de lo que sea) en la mano. Y fue así por la simple y sencilla razón de que el resultado, “haiga” sido el que “haiga” sido, no va a cambiar absolutamente nada, ni en las tendencias, ni en las preferencias, ni en la intención de voto. El que ya estaba decidido no cambiará de opinión por lo que se vio la noche del martes, y el que aún no se ha decidido difícilmente va a basar su decisión final con base en el show que nos ofrecieron los actores de la apolillada carpa política sonorense.

Que si ganó Claudia, que si ganó Javier, que si los izquierdosos se salieron con la suya y subieron un octavo de punto porcentual, todo es intrascendente, porque finalmente el debate que cuenta, y la encuesta que vale, será la del día 7 de junio, que cada vez está más cercano. Nada, o muy poco, ha de cambiar el panorama de aquí a esa fecha, y seguramente lo único que será materia de comentario y análisis es el desarrollo de la guerra sucia, de las campañas negras y de la intrincada maraña de trapacerías y barbajanadas que se pondrán en juego, particularmente de parte de quienes van a la zaga, y no quieren abandonar el poder del que han abusado de tantas maneras.

En la historia de las campañas electorales a nivel mundial se registran solamente dos o tres casos en que un debate ha sido determinante en el triunfo o la derrota de algún candidato. Uno de esos casos fue aquel debate histórico entre John F. Kennedy y Richard Nixon, en el cual Kennedy logró sacarle a su rival los puntos que necesitaba para vencerlo, muy apretadamente, por cierto. Otro caso sucedió en Francia, cuando en el debate final entre Francoise Miterrand y Valéry Giscard d’Estaing, el primero no supo decir cuánto valía un boleto en el metro de París, y eso fue suficiente para acabar con él. Y en México hubo otro caso, más o menos parecido, durante la contienda cerrada entre Andrés Manuel López Obrador y Felipe Calderón, cuando “El Peje” decidió no acudir al último debate, y ello le costó perder los puntos que, según dicen, finalmente representaron su derrota. Luego vinieron las interminables movilizaciones callejeras, el cierre de Paseo de la Reforma, el voto por voto, y toda aquella amarga historia post electoral que por fortuna ya quedó atrás.

Estos dos debates que hemos presenciado en Sonora, que dicho sea de paso no han contado con una audiencia demasiado cuantiosa que digamos -si acaso un 50 o 60% de los sonorenses los vieron- se han realizado estrictamente para cumplir con lo que manda la ley electoral vigente, y nada más. Se organizaron por el IEE y PC para salir del paso lo más decorosamente posible, pero sin la intención de levantar demasiada polvareda. Vaya, ni los candidatos más belicosos lograron levantar de sus asientos a los espectadores. Dicho en términos vulgares, “los debates en Sonora estuvieron de hueva”.

Y hasta cierto punto el asunto tiene explicación, desde el punto de vista logístico: En absolutamente imposible que pueda haber un debate real, como marcan los cánones en la materia, cuando en el escenario hay siete personas, cada una con un rollo diferente, que tienen que desarrollar los temas preestablecidos en dos minutos por vez, con réplicas de un minuto y medio, y contrarréplicas de un minuto. Ni que fueran los reyes de la síntesis y la compresión de ideas. El resultado es exactamente el que vimos, no una, sino dos veces. Y por estos motivos y razones estos debates no cambiarán nadita de nada.

Los candidatos y la candidata han tenido tres meses para presentar sus planes y propuestas. Han recorrido, la que más, el que menos, todo el territorio sonorense hablando hasta por los codos sobre lo que tienen pensado hacer, y acerca de lo que piensan deshacer, de llegar a la gubernatura. Miles y miles de sopts radiofónicos y televisivos, planas y planas en los periódicos y medios impresos, trípticos, volantes, cenas, reuniones, foros y cuanto hay… ¿y todavía un “debate” para presentar sus propuestas, otra vez? Un debate es para debatir, para argumentar, para criticar las ideas de los opositores, para combatir, para demoler inclusive… ¿y todavía el IEE y PC nos endilga estos bodrios infames? Por favor, no la amuelen.

El drama electoral real es el que se presenta en el escenario callejero de las ciudades y poblados, y sobre todo en los escenarios mediáticos, donde la guerra sucia, la campaña negra y las avalanchas de lodo pestilente siguen subiendo de tono y nivel, buscando más que nada aterrorizar a los votantes para que no acudan a las urnas a cumplir con el derecho cívico y la obligación moral de votar. De ahí que los comunicadores debamos hacer una campaña permanente, durante estos 16 días que faltan para el 7 de junio, para incentivar a la gente a ir a votar, por el candidato o candidata que quiera, pero salir a votar. Por ningún motivo regalar el voto, que es sagrado, y mucho menos venderlo por unos miserables pesos, por una mugrosa cachucha o una camiseta de tela corriente.

La suerte está echada. Hemos llegado al Rubicón sonorense que debemos cruzar, en barca o a nado, y dentro de unos cuantos días sabremos si prevaleció el rechazo general a un partido y unos candidatos que nos han desplumado sin misericordia, o bien la mayoría de los votantes sonorenses han sido coaccionados, o peor aún, convencidos por el encanto de los billetes mal-habidos, al grado de permitir que siga gobernando la ola de ratas que nos han roído hasta los calcañares, en estos seis asquerosos, deplorables y miserables años de ilegalidades y depredación feroz. Usted, mediante su voto, tendrá la palabra final.

Envíeme su comentario a continuación, o bien a oscar.romo@casadelasideas.com

En Tweeter busque también mis comentarios en  @ChapoRomo

Comentarios

Comenta ésta nota

Su correo no será publicado, son obligatorios los campos marcados con: *