Derrame tóxico sobre ríos de Sonora el más devastador de los desastres ambientales.

Editorial Desde la Fe / 29 de junio.- El Papa Francisco ha presentado su nueva encíclica que lleva por título Laudato si’ (Alabado seas), un documento de rasgos eminentemente sociales que muestran la gran capacidad de la Iglesia para observar los signos de los tiempos e iluminar la realidad. Entre otros muchos aspectos, el documento pone en evidencia las fallidas políticas públicas que en muchos países han causado graves daños al medio ambiente. México no es la excepción.

En el 2013, según la Organización Mundial de la Salud, México fue el segundo país latinoamericano con más muertes atribuidas a la contaminación atmosférica, y el Distrito Federal supera a ciudades como Medellín, Bogotá, Montevideo y Sao Paulo en niveles de contaminación del aire por gases de vehículos e industrias generadoras de energía.

Tristemente, nuestro país también destaca a nivel internacional por la ineficiencia de las autoridades para frenar la devastación de las selvas y la destrucción de los arrecifes. No es cuestión trivial, pues esto ha sido posible debido a la negligencia y la corrupción, amparadas por la impunidad en beneficio de empresas e industriales, cuya voracidad consume a ritmos inauditos el patrimonio y los recursos naturales propiedad de la nación, como las playas, cuya destrucción se debe en gran medida a los abusos de la industria hotelera.

La contaminación de los ríos mexicanos tampoco es un asunto menor, pues muchos de ellos se han convertido en verdaderas cloacas para residuos domésticos e industriales. A diferencia de Europa –donde aún se conservan los ríos que cruzan grandes ciudades como París, Roma o Viena, e incluso en Alemania se han recuperado algunos que eran considerados biológicamente muertos– en nuestro país prácticamente los hemos exterminado para convertirlos en gigantescas tuberías de aguas negras. La misma suerte le depara a nuestros mares si se sigue consintiendo el fracking, tecnología altamente contaminante y dañina para el medio ambiente, que es utilizada para explotar recursos energéticos al amparo de la reforma en este sector.

Ante esta realidad, lo más grave no son las pérdidas económicas, sino la seguridad y salud de millones de mexicanos que ven con impotencia cómo se destruye su entorno natural y sus medios de subsistencia. Tan solo en los últimos tres años se han registrado grandes desastres ambientales en diferentes puntos de la geografía nacional por derrames de hidrocarburos en costas del Golfo de México o el vertido de sustancias venenosas en cauces de ríos útiles para la agricultura y el consumo humano, como el de 40 mil metros cúbicos de tóxicos en los ríos Sonora y Bacanuchi desde la mina Buenavista del Grupo México, considerado el más devastador de los desastres ambientales.

En las grandes concentraciones urbanas la realidad también es deplorable. En la Ciudad de México, que está convertida en un basurero y huele a cloaca, no hay políticas ni campañas para respetar la naturaleza y ahorrar el agua. El Distrito Federal es de las peores entidades en materia de calidad del aire a pesar de las políticas de reordenamiento vehicular. En esto es evidente el fracaso de los programas de transporte público, pues con el “Hoy no circula” se quiso reducir el uso de vehículos privados, pero los efectos fueron inversos al aumentar el parque de automóviles nuevos; por otra parte, los capitalinos no gozan de transporte eficiente y padecen un verdadero viacrucis en la red del Metro, con trenes e instalaciones inseguras y riesgosas para la integridad de millones, engañados por promesas de mejoras al Sistema de Transporte Colectivo, con el alza de tarifas que lesionó la economía de los ciudadanos.

Nos encontramos, pues, en un punto crítico de la historia del planeta. El Papa Francisco lo ha dicho: “La Tierra parece convertirse cada vez más en un inmenso depósito de porquería” y, efectivamente, no sólo los desperdicios y la contaminación, también la extinción de las especies y el uso irracional de recursos plantean preguntas ineludibles: ¿Qué mundo estamos dejando a las futuras generaciones?

La encíclica del Papa: Laudato Si’ nos deja ver la irresponsabilidad de todos los seres humanos que contribuimos en la devastación, pero acentuada particularmente por empresarios y capitalistas bajo el paradigma tecnocrático del dominio económico y político sobre el cuidado del planeta y la procuración del bien común.

En México, un país que se convierte cada vez más en depósito de porquerías, “se requiere advertir que lo que está en juego es nuestra propia dignidad. Somos los primeros interesados en dejar un planeta habitable para la humanidad que nos sucederá”, como ha advertido el Santo Padre.




http://blogs.periodistadigital.com/sursumcorda.php/2015/06/29/el-papa-pone-a-mexico-en-alerta
http://dossierpolitico.com/vernoticias.php?artid=160566&relacion=dossierpolitico&categoria=1&mas=

Comentarios

Comenta ésta nota

Su correo no será publicado, son obligatorios los campos marcados con: *