Bulmaro Pacheco
Dice al artículo 237 de la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales, que en el año de la elección en que se renueven el titular del Poder Ejecutivo federal y ambas cámaras del Congreso de la Unión, los candidatos serán registrados entre el 15 al 22 de febrero.
Previo a esa fecha, los partidos políticos deberán celebrar precampañas y procesos internos para definir candidaturas no solo a presidente de la República sino a la renovación total de las dos Cámaras del Congreso de la Unión (senadores y diputados) y en la mayoría de las entidades federativas —será el caso del 2024— con procesos para la renovación de ayuntamientos y congresos locales.
Los siete partidos nacionales ya trabajan en sus mecanismos internos para la postulación de sus candidatos. Seis de ellos (Morena, PT, Verde, PRI, PAN y PRD) ya decidieron sus candidatas presidenciales, por ahora llamadas “coordinadoras” para no violentar los tiempos electorales, quedando pendiente solo el partido Movimiento Ciudadano, que después de enfrentar tensiones internas entre sus miembros más conspicuos con sus dirigentes nacionales, ha resuelto sus amenazas de ruptura y seguramente en los próximos días quedará resuelta la totalidad de sus candidaturas para registrarlas entrando el 2024.
La duda que se presentó en los últimos días fue si el abanderado de Movimiento Ciudadano para la candidatura presidencial sería el disidente del proceso interno de Morena, el ex canciller Marcelo Ebrard, porque así lo dejó ver el dirigente Dante Delgado cuando lo señaló como un probable aspirante externo, junto al gobernador de Nuevo León, Samuel García.
Los días transcurrieron entre rumores y las declaraciones de Ebrard demandando la nulidad del proceso interno de Morena y señalando numerosas fallas en la encuesta que determinó que Claudia Sheinbaum fuera la abanderada del partido oficial.
A nuestro juicio Marcelo pecó de ingenuo cuando creyó que le iban a contestar, dándole algo de razón a sus cuestionamientos. También pensó que podría causar un cisma político con la amenaza de ruptura en su partido al no estar de acuerdo con la postura de su dirigencia nacional, que solo aplicó en forma pragmática las indicaciones del verdadero dirigente que despacha en Palacio Nacional, y que desde 2021 ha venido impulsando la candidatura de la ex jefa de gobierno de la Ciudad de México en forma abierta, sin rubor y con todos los recursos públicos necesarios para hacerla crecer en los sondeos.
De todo lo anterior ha sido consciente Marcelo Ebrard. En ésta, la tercera ocasión, vive una situación similar en el proceso de sucesión presidencial. La primera en el PRI, con diferentes actores, en 1994; la segunda con el PRD en el 2012; y la tercera ahora con Morena y sus aliados, y con el mismo personaje de 12 años atrás.
En 1994 Ebrard vivió en carne propia las reacciones de su principal impulsor político, Manuel Camacho Solís, cuando la decisión de Carlos Salinas de Gortari favoreció entonces a Luis Donaldo Colosio. Camacho reaccionó con disgusto y su comportamiento enrareció el clima político de México —por las dudas sobre su rumbo inmediato— entre noviembre de 1994 y tres días antes del crimen de Lomas Taurinas, aun cuando aceptó primero la Secretaría de Relaciones Exteriores y después la Coordinación del Proceso de Paz en Chiapas.
Ebrard, que renunció al PRI en 1995, sería diputado federal por el Partido Verde Ecologista en 1997 —sin afiliarse—. Al final se declaró diputado independiente.
Camacho y Ebrard terminarían formando el Partido de Centro Democrático (PCD) en 1999, que en la elección presidencial del 2000, con Manuel Camacho como candidato, solo lograra 206,589 votos; es decir, el 0.55% de los votos y perdiendo en forma automática el registro. En esa elección,Ebrard fue candidato a la CdMX pero declinó a favor de AMLO.
Una elección atípica esa, donde las izquierdas se dividieron entre las candidaturas de Cuauhtémoc Cárdenas (PRD, PT, PAS, PSN), Porfirio Muñoz Ledo (PARM), Gilberto Rincón Gallardo (PDS) y Camacho (PCD).
Terminó ganando Vicente Fox con el 42.52% contra el 36.11 de Francisco Labastida, que compitió solo por el PRI.
Camacho sería diputado federal de representación proporcional por el PRD en 2003 y senador de lista por el mismo partido para el período 2012-2018. Murió en junio del 2015.
Ebrard sería secretario de Seguridad Púbica en el gabinete de López Obrador en la Ciudad de México (2000-2005), y al final de Desarrollo Social. Después sería jefe de Gobierno de 2006 a 2012 y candidato a diputado federal por Movimiento Ciudadano en 2015 —candidatura revocada por el TEPJF en mayo de ese año—. En 2011 llegó a la final junto a López Obrador a la candidatura presidencial, que se decidió mediante encuesta a favor del tabasqueño. De 2012 a 2018 permaneció fuera del país.
Desde que ocupó la Secretaría de Relaciones Exteriores en el gabinete de López Obrador se le consideró puntero en la carrera presidencial, junto a Ricardo Monreal, líder del Senado. En la elección del 2021 las cosas cambiaron y el presidente eliminó de la carrera a Monreal acusándolo de la derrota de Morena en la Ciudad de México, y catapultando a Claudia Sheinbaum, que había vencido a Monreal (2018) en la preferencia presidencial por la candidatura a la jefatura de gobierno.
Desde septiembre que perdió la interna ante Claudia Sheinbaum, Ebrard ha mantenido en ascuas a sus seguidores, un día sí y otro también. Primero dijo que si no había respuestas convincentes a su petición de que se anulara el proceso interno, se iría de Morena. Después reculó.
Fue aplazando poco a poco su anuncio hasta que Dante Delgado lo mencionó como un posible candidato externo de Movimiento Ciudadano, con el que se filtró estaba negociando posiciones para él y sus seguidores. Desde el Poder han guardado las formas para no atacarlo y descalificarlo, como acostumbran —muy a su estilo— con los disidentes.
Marcelo siente que el tiempo ya se le está acabando y quizá por eso sus indecisiones: ¿Anunciará la formación de un nuevo partido político en 2024 como en 1999?, ¿Esperará el vencimiento de la fecha de los registros para decirle que sí a Movimiento Ciudadano?, ¿Optará por una asociación política dentro de Morena?,¿Llegaría a un acuerdo con el Presidente para trabajar por el próximo Congreso de la Unión?
Por esas indecisiones y por confiar en algo que no se dará —le cedan espacios en Morena o que López obrador le pagaría viejas deudas políticas—, la fuerza política de Ebrard ya no es la misma y el tiempo ha sido su peor aliado.
No será el Andrew Almazán de 1940; tampoco el Ezequiel Padilla de 1946; y mucho menos el Miguel Henríquez Guzmán de 1952 o el Cuauhtémoc Cárdenas de 1988. A lo mucho, su actitud, y lo que siga pudiera compararse con lo que hizo su ex jefe Camacho de 1994 en adelante: Diluir su disidencia en una cadena de indecisiones y arrebatos.
Otro México, otros políticos, otras circunstancias; pero como diría Marx: La historia se repite primero como comedia, después como tragedia.
bulmarop@gmail.com