Estas condiciones provocaron un alza en los costos de alimentación y mantenimiento del ganado, reduciendo las oportunidades de exportación y obligando a muchos a vender a menor precio en el mercado nacional.
Antonio López
Gilberto Castillo ya soñaba con ser un vaquero cuando apenas era un niño. La imagen del campo, los sombreros, las reses pastando libremente y los relatos de su familia formaron parte de su identidad desde muy temprana edad. Hoy, a sus 31 años y después de haberse graduado como Ingeniero Agrónomo en la Universidad de Sonora, su sueño infantil se ha convertido en una realidad tangible.
Gilberto se dedica de lleno al sector ganadero, una actividad que define buena parte del perfil rural de Sonora, pero que en años recientes se ha visto cada vez más amenazada por múltiples factores, principalmente por la intensa sequía que azota la región y los inesperados cierres de la frontera con Estados Unidos, uno de los principales mercados de exportación.
“Desde pequeños hemos estado en el ámbito, mis papás vienen de pueblos, entonces ahí estamos enraizados también”.
El arraigo de Gilberto al campo no es reciente. Desde siempre, él observó los retos y problemas que enfrentan los productores y los entendió con claridad, pues las charlas cotidianas y fines de semana con su familia, lo hicieron captar con más precisión lo que pasaba.
Las experiencias vividas, las historias compartidas en casa, y el constante contacto con la tierra y los animales lo formaron con una perspectiva crítica, pero también con una vocación inquebrantable hacia el sector ganadero.
“Lo que pasa (es) que parte de la familia, mi papá, tíos, se dedican a la ganadería, al igual que a la exportación de forraje, pastura, alimento, todo lo que tiene que ver con ganado, ellos se dedican, por lo cual me llamó la atención”, dijo.
La conexión con el campo y la ganadería es tan profunda en Gilberto que su vida profesional parece la consecuencia natural de una trayectoria marcada por el entorno familiar. Sin embargo, los retos del sector son cada vez más complejos.
Las medidas sanitarias impulsadas durante el gobierno de Donald Trump, que endurecieron los requisitos para exportar ganado a Estados Unidos, impactaron severamente a los productores. A eso se suma una sequía prolongada que hace aún más difícil sostener los costos de engorda y alimentación del ganado.
“Lo que pasa que el ganado no se está exportando y todo el consumo, todo lo que está proyectado de exportación tiene que estar aquí y se tiene que mantener, se tiene que seguir comprando alimento, grano, todo lo que tiene que ver para la misma engorda”, explicó.
En otras palabras, los corrales de engorda, que normalmente solo se usaban para preparar el ganado antes de ser exportado, hoy se han convertido en un gasto fijo que los productores deben asumir por tiempo indefinido. Alimentar al ganado sin que éste pueda salir del país se ha convertido en una carga económica que deja márgenes cada vez más estrechos.
Hoy, prácticamente sería inviable dejar que las reses busquen su propio alimento en el campo abierto, pues las lluvias fueron muy pocas y los pastizales están agotados.
Jenny Valdez, administradora de comercio de alimento para ganado, señaló que los cierres fronterizos les afectaron en sus inventarios. Ella es parte del eslabón comercial que se ve directamente afectado cuando el flujo del producto se interrumpe.
“Pues sí, es que sí afecta… mucha merma”.
Las pérdidas no solo se quedan en el rancho, también impactan a quienes distribuyen alimento, medicinas y equipo para el ganado. En contextos de sequía extrema, cada producto se encarece, cada saco de alimento se convierte en una inversión de alto riesgo, y el acceso a recursos básicos se vuelve un problema logístico y financiero.
“Sí perjudica a las personas que se dedican al ganado, porque cuando no llueve no hay pasto en el campo, en los ranchos, donde el ganado puede ir a buscar su propio alimento”, agregó.
Esa situación obliga a los ganaderos a depender completamente de pacas de alimento, granos y suplementos que antes se usaban en menor medida. También las clínicas veterinarias, como en la que trabaja Denisse Martínez, sintieron el aumento de la demanda. Denisse comenta que, durante la temporada de calor extremo, es común recibir más llamadas y consultas, incluso atendieron casos de deshidratación, sobre todo en caballerizas de zonas rurales.
“Pues ahorita está aumentando en el momento de las pacas, si vienen y compran más”, señaló.
La demanda de alimento no solo es más alta, sino más urgente. Las altas temperaturas y la baja humedad provocan estrés calórico en los animales, lo que compromete su salud y rendimiento. Por eso, los servicios veterinarios también se vieron rebasados, en un intento por contener los efectos negativos de la ola de calor.
El tema ya ha sido expuesto a las autoridades federales. El representante de la Unión Ganadera Regional de Sonora (UGRS), Juan Ochoa Valenzuela, dice estar al tanto del sentir de su sector. Asegura que la situación es crítica y que muchos productores están enfrentando decisiones difíciles respecto al destino de sus animales.
“En vez de haberse exportado en el tiempo correcto, tienen que seguir alimentándolo el ganado hasta un punto donde ya también se volvería incosteable seguirle dando comida, entonces lo tienes que vender al mercado nacional y es ahí donde el productor toma la pérdida”, comentó.
Cuando los márgenes se diluyen, no queda más que vender el ganado a nivel local, donde los precios suelen ser más bajos. Esto genera una cadena de pérdidas que termina golpeando la economía del campo sonorense. Sin embargo, a pesar de la gravedad de la situación, todavía hay un rayo de esperanza que los productores observan con cautela: las próximas lluvias.
Con todo y lo anterior, se avisora un rayo de esperanza con las próximas lluvias, pues los pronósticos del jefe de meteorología de la Conagua, Gilberto Lagarda, estiman que en los próximos meses pueda recuperarse al menos un poco del líquido vital que ha dejado de almacenarse en las presas.
“Agosto viene un poco más positivo de lo normal, va a llover un poco más, cuando menos el pronóstico nos dice que va a llover un poco más que la media histórica, que el promedio histórico y septiembre viene por el estilo”.
Si bien las lluvias pronosticadas no representan una solución definitiva, sí podrían aliviar parcialmente la presión sobre los ganaderos y los ecosistemas rurales de Sonora. En el estado existen un total de 10 presas que en su conjunto registran apenas un 13.2 por ciento de almacenamiento, solo un poco más que el año pasado, cuando apuntaban apenas el 11 por ciento. Eso significa que, aunque la recuperación será lenta, cada gota cuenta.
Una de ellas, la presa Abelardo L. Rodríguez, justo la que abastece a Hermosillo, se encuentra completamente vacía. Esta presa es clave para la capital del estado, y su situación revela la dimensión del problema hídrico en la entidad.
Durante la actual temporada de verano, los termómetros en el estado de Sonora marcaron los 40 grados centígrados, con máximas de hasta 46 en algunas regiones.
Este calor extremo no solo golpea al ganado, también al campo, a los trabajadores, a las familias rurales que dependen del ciclo de lluvias, y a un sistema productivo que lleva años sobreviviendo con lo mínimo.
ENLACE: https://www.milenio.com/estados/sequia-cierre-fronterizo-golpea-sector-ganadero-sonora.
https://dossierpolitico.com/2025/07/22/sequia-y-cierre-fronterizo-golpea-a-cadena-comercial-del-sector-ganadero-en-sonora/