Confesiones de un moderno caníbal



Un poco de humor macabro, en este momento aciago que estamos viviendo en México

Tal vez le resulte a usted difícil de creer, pero acabo de sostener una larga conversación con un antropófago auténtico, aquíenHermosillo, en nuestro vapuleado México. Un antropófago y un caníbal son sinónimos, y aunque usted tampoco lo crea e incluso aunque no los vea, existen, aunque debo advertirle que viven en el anonimato, y andan siempre emboscados, como los asaltantes de caminos. Este antropófago con el que platiqué hace poco es un caníbal retirado, ya jubilado, pero no pensionado, ya que por disposición presidencial los apoyos y las becas son para los ninis, los vagos y los pediches, y no para las personas decentes que se alimentan de carne humana.

No hace mucho tiempo, mi amigo caníbal todavía solía degustar tiernos filetes y menudencias de congénere mexicano y, según me dijo, sólo cuando no lograba encontrar un proveedor -con no poco disgusto de su parte– se resignaba a otras carnes mucho menos apetitosas (para él) como por ejemplo la de zopilote, la de zarigüeya, la de hiena y la de mapache, con todo respeto y sin agraviar a ningún lector amante de esa aún muy lucrativa actividad que se practica en nuestro país cada tres y cada seis años, con particular intensidad.

La plática, guardando una respetuosa distancia por parte mía y nunca con el viento a favor del gourmet de la cocina homo, resultó sumamente aleccionadora y útil para mis estudios de antropología. Según cálculos que juntos hicimos, el degustador de carne (totonaca, zapoteca, macuspana, yucateca, oaxaqueña, sonorense, la que sea) había dado cuenta de entre 40 mil y 50 mil kilos de carne de mexicano.  Me hizo la aclaración de que se trataba de mexicanos en canal, no de mexicanos en pié. He aquí algunos sabrosos secretos que me reveló, mientras su mirada se perdía en la lejanía y se relamía los bigotes al recordar los banquetes disfrutados:

-Las mujeres, como deberá ser obvio aún para un abstemio como usted -me dijo- son más sabrosas que los hombres. Aunque las partes mas suculentas no son las que se usted está imaginando. Un verdadero “conosseur” se inclina por los sesos que -aunque los tienen en muy escasa cantidad, y de ahí su alto precio– los tienen blanditos como un delicado“souffle“. Pero el culmen del degustador es cuando encuentra una mujer con juanetes, que son el verdadero “non plus ultra” de la gastronomía. Olvídese usted de las manitas de puerco a la vinagreta, de los higaditos en escabeche, o de los ostiones ahumados con chile y limón, o zarandajas de esas. Los sesos de las mujeres son un auténtico “boccone di preti” o “bocato di cardinale”.

-Respecto a edades, en cada una existe una especialidad particular. Mencionaré solo algunas: Labios y lengua de infante de pecho, gónadas de adolescente a la parrilla, papada senil en salsa roja, muslo de quinceañera en pipián.

-Por regiones, tuve la dicha de gozar algunas delicatessen: Tacos de lonjita asada (de arriba de la cintura) de “chero” sonorense, cabeza pibil de yucateco, coditos de regiomontano en sopa de Garza asada.

Con un poco menos entusiasmo continuó: Las recetas más prometedoras, sin embargo, fueron de las que mayores desilusiones recibí. Me refiero a la cocina política mexicana. Permítame explicarle dijo, mientras se dibujaba en su rostro una mueca de repugnancia:

–Los conservadores. Como su nombre lo indica, son dulces como el pan, pero provocan indigestión con gran frecuencia. A veces saben un poco rancios (como grasa imperial), tal vez se deba al exceso de preservadores. En algunos casosrepresenta más trabajo raparles las excrecencias pilosas, como la barba, que las escasas proteínas que logras obtener.

–Los picudos. Tienen un color rojillo, pero se les cae luego de una ligera enjuagada. Además son parte directa de la chusma que actualmente está en el poder, y eso los hace extraordinariamente venenosos. Al comerlos, nosotros los caníbales le tenemos un especial temor a contraer una terrible enfermedad del tipo“pejebulimia”, “porfiriásis“, o la incurable “demenciasenil de incomprensión”.

–Los de otros partidos que no sean MORENA, no son ni agua ni pescado. Son insipidones y sumamente correosos en general. Y además tienen fecha de caducidad muy próxima.

-Los invencibles. Son prácticamente incomibles. Describiré el fenómeno por partes para que me comprenda :

–La cabeza. Tiende a estar vacía o llena de confetti sobre todo en los casos de presidentes, senadores, diputados y gobernadores. En el caso de los “yuppies” suele estar llena de humo (pestilente, de madera hardvardiana) y/o boñiga (de jumento, of course).

–Los dedos. Normalmente son pura uña, sobre todo en el caso de los políticos, sean del partido que sea. Después de recortárselas, lo que queda de los dedos, a pesar de múltiples cocciones, tiene un profundo sabor a moneda de cobre (en el caso de los lacayos de baja estrofa) o a papel billete (en el caso de los jorocones de alta jerarquía). También un repugnante sabor a sangre coagulada (los dinos).

–El corazón. Nunca he encontrado uno en ninguno de los anteriores especímenes. Si acaso, en lugar del corazón, un cacahuate retorcido y ceniciento. Y a veces una piedra pómez.

-Hígado y riñoncitos. Son veneno puro. Más le vale a cualquierhonesto caníbal comer una sopa de ese peligrosísimo pescado japonés, una capirotada de viudas negras, o un salpicón de cobra.

–Genitales. Contrario a la creencia popular, los políticos sí los tienen, aunque atrofiados. Algunos políticos son hermafroditos. Lo normal es que los tengan como polen y con un diminuto pistilito.

–Buche y trompita. Esas sabrosísimas piezas de carnita, viniendo de esa sub-especie humana, se convierten en herencia maldita. Inmediatamente después de saborearlos te sueltas diciendo mentiras y barbaridades. Quedas condenado el resto de tu vida a no tener control de lo que hablas.

-Músculos en general. Son correosos y se endurecen al hervirloscon agua. Solo utilizando ácido de bateróa, o agua regia se “medio” ablandan. No se llevan bien con las especias ni con las verduras, para decirlo pronto no se llevan bien con nada.

–Nachitas. Algunos, muy pocos, sobre todo los hermafroditos, los gays, los trans, y demás sub-géneros moderons, las tienen relativamente apetitosas. Pero en general ya muy vilipendiadas y zangoloteadas, y no pocas veces rellenas con silicones. No emociona comerse algo que ya ha sido manoseado por tantos narcos, presidentes, gobernadores y demás y que, para ser francos, ya está demasiado “mosqueado”.

-Pancita. Dirá usted ¡que sabroso menudo!... Pero ¿ha tratado usted de hacer menudo con cuajar de mulo? Porque eso es todo lo que tienen. Su sistema digestivo inicia en una “molleja” donde resquebrajan las piedras de molino que acostumbran tragar sin masticar, como los perros. Y termina en una laguna de oxidación común. En ausencia de esfínter.

–Morcilla, longaniza, butifarra o chorizo. He aquí algunos de los mayores riesgos que puede enfrentar un pobre caníbal desprevenido. Su “sangre”, no tiene leucocitos, tiene “uzicitos” que se disparan a la menor provocación. No tiene plaquetas, sino “picotas” desarrolladas para bloquear cualquier otra forma de pensamiento no partidista. Su hemoglobina es “dolarglobina“, capaz de transportar no hierro, sino los dólares que son la esencia y razón de su existencia.

–Pata. Impensable, a menos que el incauto caníbal tenga forma de digerir la durísima queratina, porque cuando les quitas los zapatos, solo encuentras pezuñas.

–Colita. He aquí una parte contrastante. Por un lado, siempre la tienen muy larga excepto, claro, cuando se la han rasurado. Por otro, siempre habrá cola para que se las pisen. Y a ningún antropófago que se respete le apetece comer lo pisoteado. Tampoco es apetecible para un moderno caníbal una cola que no es ni de simio, ni de reptil, ni de pterodáctilo, ni de alacrán, sino una mezcla de los anteriores.

Y ahora deberá disculparme, -dijo mi amigo el caníbal en receso, humedeciéndose los labios y con una mirada traviesa en sus ojos– pero con la plática se me ha despertado el apetito… ¿usted gusta?Estuve a punto de decir que si, ya que los olores que provenían de la cocina eran incitantes; tenía yo, sin embargo, otros pendientes,así que me excusé.

Al dirigirme a la puerta de salida no pude dejar de ver -de reojo- sobre la mesa, latas y envases con etiquetas como: “carne seca de yaqui”, “menudo de jaliscience“, “cecina de mexiquense” y “jamón endiablado de tabasqueño”. Me fijé bien y reflexioné que las etiquetas no decían “carne seca yaqui” o “menudo jalisciense añejo“. Al percatarme, un vago cosquilleo de prevención se agazapó en mi cerebro, pero no logré precisarlo. Y finalmente, pero sin darle la espalda -por si las moscas-, con un último agradecimiento, me despedí del mexicanófago… ¿retiradorealmente, o aún activo?

En Twitter soy @ChapoRomo

Mi dirección de correo es oscar.romo@casadelasideas.com

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