Pies de barro

Parodiando al presidente López Obrador, parece que la sentencia de la Sala Superior del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (SUP-JDC-1573/2019) por la que se anula el proceso de elección de la dirigencia nacional de Morena por las graves irregularidades de su padrón de militantes, fue un “Tengan para que aprendan”. Y para el resto de los partidos políticos nacionales fue un “Te lo digo Pedro para que lo entiendas Pancho”.

Es evidente que Morena no se ha institucionalizado como partido en el poder. Producto del liderazgo carismático y populista de su fundador y líder único, el Movimiento Regeneración Nacional está muy lejos de ser un instrumento articulador en la operación del sistema político mexicano, como en su tiempo lo fue el PRI.

Desde su constitución como asociación civil en 2011 y después en su transformación como Partido Político en 2014, Morena se encuentra ligado indisolublemente al liderazgo de Andrés Manuel López Obrador, a su proyecto político personal y a su visión socialcristiana del ejercicio del poder que permea en los documentos fundacionales de esa organización.

Se puede afirmar que ese partido se constituyó con el único propósito de servir de vehículo para la llegada de su fundador a la Presidencia de la República.

Se equivocan quienes piensan que Morena es una réplica o la continuidad del partido hegemónico que representó el PRI, pues Morena no tiene las características ni los elementos organizacionales como Instituto Político que cohesiona, equilibra y da cauce a movimientos y liderazgos políticos que inevitablemente se presentan en el ejercicio del poder, ni ha demostrado contar, como partido gobernante, con mecanismos y reglas formales que garanticen el control en la distribución ordenada de los espacios de poder público; más bien se ha convertido en espacio de disputas tribales de los nuevos “mandones” de la política nacional.

Morena se ha convertido en los pies de barro del fuerte y omnímodo liderazgo político personal del presidente López Obrador, toda vez que la trascendencia de su anhelada 4T no cuenta con la necesaria estructura de apoyo organizacional del partido que facilitó su llegada al poder.

Y como se ven las cosas, muy difícilmente Morena logrará pasar la aduana de la renovación de su dirigencia nacional sin fracturas ni conflictos que deriven en un mal desempeño electoral en 2021 y en insuperables contradicciones a la hora de decidir candidato presidencial en 2024.

Ésa será el área de oportunidad de los principales partidos de oposición, si logran reconstruir los propios pies de barro que los llevaron a la derrota en 2018; la simulación, el autoengaño y la pérdida de la brújula ideológica en el PRI; el menoscabo de identidad, la ausencia de liderazgos y la dispersión ideológica en el caso del PAN; y la aceptación de la condición de “partidos satélites” como el Partido Verde y el Movimiento Ciudadano. La historia está por escribirse.

POR JOSÉ ENCARNACIÓN ALFARO CÁZARES

COLABORADOR

@JOSEEALFARO

eadp


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