Refundación

El triunfo electoral de Morena en 2018 no derivó de la convicción ciudadana sobre la necesidad de edificar la cuarta República.

A un año de haber asumido la presidencia de la República y anunciar el advenimiento de la llamada cuarta transformación del País, el presidente López Obrador aún no logra establecer la ruta, los instrumentos y las vías de acceso a la evolución institucional pretendida y tan reiterada en su retórica política. Pareciera que se trata de una visión personalísima acuñada en años de discurso opositor y antisistémico y no de un proyecto de nación o de un programa de gobierno que derive en un cambio sustantivo de régimen político; ni mucho menos de una propuesta ideológica del partido que lo llevó al poder.


El triunfo electoral de Morena en 2018 no derivó de la convicción ciudadana sobre la necesidad de edificar la cuarta República; ni significó una “revolución democrática” para pasar de un régimen de opresión a otro de libertades; tampoco fue el resultado del proselitismo partidario con base en una propuesta programática de cambio de sistema político. 


El triunfo de Morena fue la victoria de López Obrador, de su liderazgo carismático, de su discurso mesiánico contra la que llamó “mafia del poder”, que encontró eco en el hartazgo social frente a la corrupción, la inseguridad, la impunidad, la soberbia gubernamental, el pragmatismo utilitario y la pérdida del compromiso social de los partidos políticos.


Hoy la llamada 4T es más un catálogo de consignas políticas autoritarias, clientelares y electoreras que un verdadero propósito de refundación republicana. Morena sigue siendo un movimiento político electoral sin un objetivo ideológico claro. Se autodefinen como “promotores del cambio verdadero”, sin definir hacia dónde se orienta ese cambio. Ese modelo de partido que responde sólo a la voluntad del caudillo, no sirve para impulsar una verdadera transformación de régimen político. 


Desde el triunfo de la Revolución Mexicana de 1910 y la promulgación de la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos en 1917, que significaron la tercera transformación después de los movimientos de independencia y de reforma, el México posrevolucionario se dedicó a la edificación de la República social a partir de los derechos sociales consagrados en la Constitución Política. 


En este contexto, el PRI fue el instrumento de suma y cohesión de las fuerzas políticas nacionales que permitió la consolidación de un Estado social de derecho en el que los objetivos de democracia y justicia social fueron los ejes articuladores del sistema político durante más de siete décadas. Pero postergó su compromiso con la democracia política, demoró la transición democrática y dejó pendiente la construcción de la República fundada en una democracia plena. 


En este contexto, a Morena y al PRI les urge una refundación. A Morena para transitar del movimiento constituido para ganar una elección presidencial y convertirse en una fuerza política capaz de conducir una efectiva transformación nacional. Y al PRI, para recuperar su proyecto histórico de la República democrática, y para evitar que los intereses creados y las tendencias inmovilistas, aquellas que prefieren que las inercias simuladoras marquen el ritmo del partido, terminen por aniquilarlo y dejarlo como un partido con más pasado que futuro.


POR JOSÉ ENCARNACIÓN ALFARO

@JOSEEALFARO



Comentarios

Comenta ésta nota

Su correo no será publicado, son obligatorios los campos marcados con: *