Enrique E. Michel

ENRIQUE E. MICHEL Y EL SENTIDO FILOSÓFICO DE LA JUSTICIA (2ª de dos partes)

Héctor Rodríguez Espinoza


  "La justicia no es mercancía, sino espíritu que conforta y alienta, que vivifica e ilusiona.”  

III. A mi generación –la 9° del plantel, 1961-1966- nos impartió Historia de las doctrinas económicas en el 2° año.

Transcurridos los tres últimos años de estudios en 1966, lo perdimos de vista.

Grata sorpresa para mí fue, recientemente, mirar la fotografía de los huelguistas de hambre, en el kiosco de la Plaza Zaragoza, del movimiento estudiantil y popular de 1967 donde ¡aparece al lado de alumnos de la escuela que había fundado 14 años antes: ….! 

Al arribo del gobernador sustituto Lic. Alejandro Carrillo Marcor (1975-1979), lo designó Director de la Defensoría de oficio, "por su trayectoria institucional, consistencia y excelencia en el ejercicio profesional, en el marco establecido por los valores, visión, misión, objetivos y principios ético-institucionales, que orientan su actuación, en cuanto procura hacer efectivos los derechos fundamentales de las personas menesterosas que asiste, mediante el correcto ejercicio de las garantías constitucionales que los protegen", se publicó en la prensa.

A su fallecimiento, su familia me pidió expresara unas palabras ante su tumba en el Panteón Yañez, lo que hice con un legítimo sentimiento de merecida gratitud y respeto.

Sufrió el fallecimiento de una hijita –dolor del que nunca se repuso-, cuya foto engalanó su hogar y la enfermedad de su primogénito y Economista Enrique, hoy bajo los cuidados de su noble hermano Nadir.

Atendí asuntos legales de su viuda, a quien -a su petición- despedí en su lecho de enferma.

IV. De su meditada pluma rescaté, guardo y comparto este artículo titulado como mi colaboración, pletórico de Historía y de Filosofía, publicado en alguna Revista de la Universidad de Sonora, que lo pinta de cuerpo entero y es toda una lección de Ética profesional para los discípulos universitarios: 

LA JUSTICIA NO ES MERCANCÍA. “La justicia no es mercancía porque no opera dentro del fenómeno del cambio, ajustándose a las leyes de la oferta y la demanda. Tampoco es materia de obsequio.

Cuando es venal, constituyéndose en injusticia, prostituye y envilece tanto al que la entrega como al que la recibe. Cuando se regala, afrenta al dadivoso no menos que al aparente beneficiario, quien queda expuesto a ser víctima de similar iniquidad, sin ningún derecho a protestar, cuando ésta sobreviene, y teniendo que estarse quieto y sumiso, a menos de que, puestos en movimiento el cinismo y la desfachatez, se adopte el ridículo papel de un epiléptico energúmeno.

Es prueba de incapacidad subvenir a las diarias necesidades con el ominoso fruto de la injusticia, pues ello revela la impreparación intelectual para luchar honestamente, amén del miedo de vivir con sujeción al lícito rendimiento económico, a menudo exiguo, que da el decente comportamiento.

Motivo de intranquilidad, de desdicha, de incertidumbre y de ira es la injusticia. Impulsa, en ocasiones, a la perpetración del delito, al exacerbarse el ánimo por la infamia de que es víctima, lo que resulta por demás lamentable; y es causa, a veces, de convulsiones sociales que, llegando al límite de lo irresistible, culminan en el estallido de la revolución.

Es la injusticia anhelada por Esquines la que hace violenta y sublime la palabra de Demóstenes cuando, después de la derrota de Queronea, defiende, con derecho y apasionadamente, su honra ciudadana y la corona que le entrega la República de Atenas por su patriotismo hecho acción, aunque frustrada, en la lucha contra los lacedemonios, de la invectiva despiadada y envidiosa de su gratuito enemigo.

Es la injusticia de Perses y de los jueces con él coludidos, que arrebatan a Hesíodo su herencia paterna, la que motiva “Los Trabajos y los Días”, en cuya obra el beocio ilustre muestra su contrariedad al propio tiempo, en un rasgo de generosidad, que da consejos a su hermano y a quienes le ayudaron en la infamia. Es la injusticia de Nabucodonosor la que arma la mano de la bella Judith con el alfanje que corta la cabeza de Holofernes, el jefe del ejército asirio que, obedeciendo las órdenes del rey de Ninive, pretende sitiar la ciudad de Bethulia. Es la injusticia de Luis XVI, que parisienses a tomar la Bastilla. Es la injusticia, trasmutada en traición, mil veces criticable, de Judas Iscariote, la que vende por los treinta dineros, a Jesús.

La justicia no es mercancía. Es sentimiento, voluntad, virtud. La justicia es espíritu que conforta y alienta, que vivifica e ilusiona.

Es sentimiento, como saludable energética que pulsa, con finura y precisión, la vida, que con equilibrada emoción se presenta en cada caso concreto que acaece. Es la voluntad, como determinación constante y perenne de dar a cada quien lo que le corresponde. Es virtud, la más excelente de todas, como lo expresa Aristóteles, y que involucra las restantes, como impulso del alma que nos encamina a la práctica del bien, evitando el mal. Es, en fin, espíritu, como fluido o incorpórea substancia llena de luz y de amor.

En una sociedad donde reina la justicia, hay paz, seguridad, ventura y esperanza. La economía se desenvuelve por los debidos cauces, satisfaciéndose plena o, cuando menos, con cierta holgura tranquilizadora las necesidades materiales de los individuos. Se vive, respirando un oxigenado aire de bienestar, con la certeza de que los derechos adquiridos serán respetados, y con la ilusión de disfrutar de aun mejores tiempos, dentro de una constante y permanente superación colectiva.

De allí el gran interés que todos debemos tener, poniendo cuanto esté de nuestra parte en consecución del objetivo promisor, porque impere en el medio que nos circunda, el cetro de la justicia.

Ciertamente, jamás asentará sus reales en la Tierra la verdadera y cabal justicia, dada la imperfecta condición humana. Empero, obligados estamos a propugnarla, como un ideal de salvación, buscando la manera, consciente, desinteresada y entusiastamente, de acercarnos, cuanto sea dable, a ese ideal.

Para ese desiderátum no debemos perder de vista y dejar de comprender que la justicia no es mercancía, sino espíritu que conforta y alienta, que vivifica e ilusiona.”


Pie de foto: Arriba, Leonardo Araiza, 6°; Lic. Enrique E. Michel, catedrático de Derecho y Guillermo “Memo” Moreno, Extensión Universitaria. Abajo, Marco A. Félix, Artes plásticas (+); J. Ordaz, Derecho; Adán Maldonado Medrano, Derecho (+); Blanca Julia N, Trabajo Social (+); Trinidad Sánchez Leyva, Derecho (+); Alberto Vidales Vidal, Derecho y José de Jesús Navarrete Aragón, Derecho, (+). 

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