Juan Gabriel

JUAN GABRIEL, ÍCONO DISRUPTIVO (7 enero 1950-28 agosto 2016) Y EDUARDO MAGALLANES, ARREGLISTA.


Héctor Rodríguez Espinoza


I.- La importancia de un ícono, para Yamily Habib


La melancolía está fuertemente ligada a la idiosincrasia latinoamericana. Es innegable nuestro espíritu romántico y hasta dramático, y se cuela a todas las manifestaciones culturales. El cortejo, el amor, las promesas, el desamor, la rabia y el dolor, parecieran ser siempre la línea discursiva de todos los lenguajes artísticos en América Latina.


Desde el bolero y el son cubano hasta las telenovelas y la literatura, el amor siempre ha sido piedra angular en la determinación del temple Latino, y en México, el tequila y el mariachi parecieran enmarcar perfectamente el estereotipo romántico. Pero no fue siempre así. La historia de nuestra cultura musical ha evolucionado de múltiples formas, sobre todo después de la secularización del arte.


Entre la Colonia y la Revolución Mexicana, la estética del Charro siempre estuvo asociada al campo, a la fiesta y al genio, además de representar el deporte nacional y de haberse transformado en un símbolo internacional. Pero fue la música, a partir de los años 20 del siglo pasado, la que infundiría y transformaría la escena cultural del país. Desde Tito Guízar hasta Pedro Infante, el cine se encargó de transformar al Mariachi en un emblema comprensible en todos los idiomas.


Musicalmente, México no estuvo exento de las transformaciones que sufriría el son caribeño a través del tiempo. Dentro de la métrica del son Mariachi se pueden encontrar todo tipo de sincretismos e hibridaciones típicas de la riqueza en el lenguaje musical latinoamericano: canción ranchera, pasodoble, marcha, vals, bolero, danzón, serenata, joropo y hasta ópera, todos modelos del repertorio producto del mestizaje paulatino y del tránsito interminable.


Pero la diferenciación del Charro dentro de los estratos sociales mexicanos es frecuentemente pasada por alto. La investidura y su quehacer, denotaban ya cierto “linaje” y donaire, y ese estigma se permearía también hacia la música. El estereotipo del hombre fornido, trabajador, revolucionario y reaccionario (Feo, Fuerte y Formal), estuvo siempre ligado al símbolo del Charro, el bebedor y fiestero.


Pero hubo un hombre que logró transformarlo todo a partir de los años 70 y traducirlo con la dulzura de su voz: Alberto Aguilera Valadez, mejor conocido como Juan Gabriel.


Nacido en una familia pobre y caída en desgracia, Alberto descubrió su pasión por la música a la edad de 13 años, bajo la tutela de Juan Contreras. Tras muchos apuros, de probar con la vida nocturna del espectáculo y gracias a varios encuentros fortuitos con José Alfredo Jiménez, finalmente logró firmar contrato con RCA.


Entre los años 1971 y 1974, Alberto Aguilera (ya adoptado el nombre de Juan Gabriel, en honor a sus dos figuras paternas) desarrolló un lenguaje musical típico de la época donde conjugaba la balada romántica con los ritmos bailables en boga, obteniendo breves éxitos con canciones como No tengo dinero y Será Mañana.


Pero fue su disco de 1974, junto al Mariachi Vargas de Tecalitlán el que marcaría su punto de inflexión. Temas como Se me olvidó otra vez, El Noa-Noa, La diferencia y su productiva relación artística con Rocío Durcal, le permitió transformarse en un artista reconocido, con incursiones en el cine y dar inicio a su carrera por Latino América.


Tras debutar como productor durante los años 80 y agenciar la carrera de artistas como José José, Juan Gabriel se posicionó como el ícono de la música popular latinoamericana. Sus canciones no tenían límites ni estratos, y sus historias de desamor, entre el bolero y la ranchera, eran escenarios comunes a todo público. Fue gracias a él que la música popular latinoamericana se transformó en un producto cultural apropiado por todos y cuyo lenguaje era comprensible, no sólo musicalmente, sino idiosincráticamente.


Y fue a principios de los años 90 cuando presentaría uno de los espectáculos más importantes en la historia de la música mexicana, que se evidenciaría tan sólo con el transcurrir de los años. Realizado en el Palacio de Bellas Artes de México, entre los días 9 y 12 de mayo de 1990 y donde cantó acompañado de la Orquesta Sinfónica Nacional de México. La distinción tajante entre las clases sociales que tienen acceso a un tipo de instrucción cultural, y aquellas cuyas raíces forjan el folclor de su comunidad, es radical y lo ha sido por decenios, y aquel concierto no sería la excepción.


La lluvia de críticas no aminoró la potencia del espectáculo y, aferrándose al símbolo nacional y a la identidad mexicana, logró demostrar la heterogeneidad de su carrera musical e impronta de su genio en el género: ya no habría más exclusividades luego de aquel mayo; aun cuando la crítica se hubiese desbocado en “purismos” y “oficialismos”, era el primer grito a la “diversidad” y la primera grieta de apertura a la ruptura de discursos hegemónicos.


Juan Gabriel permitió al Charro tener sentimientos, y al romántico ser tenaz. Fue testigo de procesos culturales transformadores y son sus canciones su testimonio. Más allá de todas las connotaciones y matices que pudo haber tenido su vida profesional, sobretodo alrededor de su vida íntima, debe ser su producción musical lo que le sobreviva y no al revés.


“Larga vida al genio de la música popular, a la voz de México, al Divo de Juárez”, concluye Yamily Habib.


II.- Su arreglista, Eduardo Magallanes Calva, la diferencia.   


De la muerte, hace cuatro años, del cantautor y ya legendario ídolo popular y show man, Alberto Aguilera Valadez-Adán Luna-Juan Gabriel, todo mundo se cuelga la medallita de su amistad. Finalmente, no hay muerto malo. El destino socrático nos alcanza algún día.


Hasta Radio Universidad nos regala, entre otras, “Costumbres”: “… Pero te extraño, también te extraño. No cabe duda que es verdad que la costumbre es más fuerte que el amor. …”


PERO al margen de su polémica y polifacética personalidad, de su fama innegable, de los merecidos homenajes populares en vida y póstumos (con apoyo oficial en el Palacio de Bellas Artes y transporte presidencial), hemos sido injustos con su pianista, biógrafo y amigo por 45 años de éxitos, Eduardo Magallanes Calva.


“Querido Alberto” narra la vida de una de las figuras más destacadas dentro de la música popular mexicana. Nadie se imaginaba lo lejos que iba a llegar aquel desorientado mozalbete: huérfano de padre que no conoció y que se mató en el manicomio porfirista de La Castañeda; con 3° de primaria; recluso de un reformatorio y luego del palacio negro de Lecumberri por un proceso injusto; lava carros, lava platos, lava ropa de mujeres de la vida galante y difícil; mesero; cantante que, en 1971, probó fortuna grabando sus primeras composiciones y que supo –además con su filantropía- tocar y ganarse las fibras más íntimas del corazón y el reconocimiento de varias generaciones, dentro y fuera de México.


El libro citado es singular, tributo a la amistad que lo unió desde hacía décadas con Juan Gabriel, de quien posteriormente fue productor y director artístico. Ahora, le cuenta al mundo los infortunios que éste hubo de enfrentar desde niño y cómo los fue superando hasta convertirse en uno de los compositores mexicanos más queridos de la segunda mitad del siglo pasado e inicios del presente.


ALGO PERSONAL


a). Soy músico en absoluto, cuando a los 11 años de edad crecía en la secundaria, tomé las mejores lecciones de la melódica y exigente trompeta, del injustamente olvidado por la administración de la Universidad de Sonora, Mayor Isauro Sánchez Pérez.


Jamás olvidaré la primera vez que hice una actuación en vivo frente a una audiencia, el 6 de abril de 1957 en Caborca, primer centenario de su gesta heroica; y las dos ocasiones (Auditorio E. Zubeldía y Teatro municipal de Mexicali, B. C.) en que el ilustre y paciente oaxaqueño me confió la ejecución, como solista, del paso doble La virgen de la Macarena.


¿A qué viene todo esto?


b). Los arreglos de Magallanes, para orquesta sinfónica, orquesta de baile, coros, mariachi y grupo norteño, son de una extraordinaria calidad artística.        


En su recuerdo, él nos dice ahora:


“Nos dejó una columna de oro en la cultura y folklore hispano americano; … fue un muro de contención contra la invasión de la mala música extranjera … nos hizo crecer como músicos, fue un hombre que se exigió mucho a sí mismo hasta en la producción escénica …”


De aquí el metafórico lema de su frustrada gira por Estados Unidos, como patriota agradecido: MÉXXICO ES TODO. 22 conciertos ¡en la víspera de sus elecciones presidenciales!


Ni más …ni menos.


Su vida (no exenta de defectos, ¿quién no los tiene?), obra artística, duelo nacional -con casi “oro, incienso y mirra”- que despertó, debe ser analizado por sociólogos y psicólogos culturales y hasta por politólogos. ¿Por qué?


Una hipótesis: es tanta la orfandad del noble, espiritual y musical pueblo mexicano por la HISTÓRICA decepción de su clase universitaria y política, que ese hueco y ansiedad lo llenó esta singular persona y personaje de frases simples y banales que, al nacer, se rompió el molde.


Descansa en paz y sus letras y melodías seguirán transpirando nuestros mejores instintos.


III.- ¿Y los ‘millennials’?


La sorpresiva noticia de su muerte conmocionó a sus seguidores, al mundo de la música y a los usuarios en Internet. Aunque era un artista global que «trascendió fronteras y las generaciones» —Barack Obama—, algunos jóvenes en redes sociales señalaron que no conocían «a ese señor».


Quizá algunos no lo reconozcan, pero es muy probable que alguna vez hayan escuchado sus canciones o interpretadas por otros artistas. Desde el himno de los que fuimos “estudihambres”, ‘No tengo dinero’ —la que lo lanzó a la fama— hasta los clásicos ‘Querida’ y ‘Amor Eterno’.


Sus páginas oficiales tienen muchos seguidores: Más de 2 millones de fans en Facebook y 164.000 en Twitter. En YouTube sumó más de 959.000 suscriptores, donde suman más de 818 millones de vistas. La canción más popular es Así Fue, con 95 millones de views.


En iTunes, su canción con Marc Anthony está en el quinto lugar de los sencillos más escuchados y en el primero de los videos más vistos. Como todos los grandes artistas, su música es muy popular en las plataformas digitales. Y lo es más desde su muerte.


A lo largo de sus 45 años de carrera vendió más de 100 millones de copias de sus casi 60 discos, donde predominaban las baladas pero también rancheras, pop latino, boleros, mariachis e incluso salsa y rumbas flamencas. Fue nominado hasta en 6 ocasiones para los Premios Grammy.


Unas 350.000 personas asistieron a su concierto en el Zócalo de la Ciudad de México en el año 2000, cifra que no ha sido superada hasta ahora.


Fue el primer artista popular en presentarse en el Palacio de Bellas Artes de México, escenario exclusivo para la música clásica, en el Auditorio Nacional, el Estadio Azteca y al Festival Viña del Mar.


Fue un compositor para miles de artistas. Su música y sus letras fueron prestadas para más de 1.500 artistas entre los que destacan Paul Anka, Isabel Pantoja, Vicente Fernández, Luis Miguel o Rocío Jurado. Escribió más de 1.800 canciones, según la Academia Latina de Artes y Ciencias de la Grabación.


Artista global,  sus canciones han sido traducidas al japonés, al italiano, francés y alemán.


En 2002 consiguió que su nombre se inscribiera en una estrella del Paseo de la Fama de Hollywood, donde le lloran decenas de sus seguidores.


Filántropo y defensor de los derechos de los homosexuales. Su generosidad para financiar proyectos sociales fue reconocida por la Academia Latina de la Grabación que en 2009 le nombró persona del año. Defendió los derechos de la comunidad gay, si bien nunca se pronunció específicamente sobre su orientación sexual. Cuando una vez se lo preguntó Fernando del Rincón en una entrevista con Univision, contestó con un escueto, «dicen que lo que se ve no se pregunta, mijo».


Polémico. En 2013, imágenes provocaron polémica en Venezuela: interpretó «Las mañanitas» a Nicolás Maduro en su cumpleaños, provocó el malestar de los opositores.


En 1988 manifestó su respaldo al candidato del PRI a la Presidencia, Carlos Salinas de Gortari, a quien describió como un “hombre bueno, sano e inteligente”.


Su vida fue llevada con éxito a la TV. Su muerte se produjo justo cuando se emitía el último capítulo de una serie de televisión sobre su vida, ‘Hasta que te conocí’, producida por Turner Network Television a la cual pertenece la cadena CNN.

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