Joe Biden: la reivindicación de la política



Joe Biden es ya el 46 presidente electo de los Estados Unidos. Ganó con una diferencia cercana a los 6 millones de votos populares (78 millones contra 72) y con 74 votos electorales de diferencia (306 a 232).

Tomará posesión el próximo 20 de enero, después de que las legislaturas locales y el Congreso de los Estados Unidos validen la elección presidencial. Las primeras en diciembre y el Congreso en enero.

Tiene 77 años. Nació el 20 de noviembre de 1942, en Scranton, Pensilvania. Por el desempleo de su padre la familia emigró a Delaware cuando él tenía 10 años. Es de origen Irlandés y es católico.

Trabajó de salvavidas en un balneario para gente de color y estudió Derecho en la Universidad de Syracuse. Fue electo senador por Delaware a los 29 años, y por esas fechas perdió a su primera esposa y una hija de trece meses en un accidente automovilístico. Duró 36 años como senador y 8 como vicepresidente en fórmula con Barack Obama.

Aspiró a la Presidencia en 1988 y en 2008. De ideas liberales en el gobierno de Obama, impulsó la aprobación del matrimonio igualitario. Otra tragedia en su vida fue la pérdida de su hijo Beau de un cáncer cerebral, en 2015, a los 46 años.

Biden no la tendrá fácil.

La agenda de prioridades ya la tiene encima y aún sin ser reconocido todavía ganador por Donald Trump, ya trabaja en las prioridades encabezadas por el tema del coronavirus tan, mal abordado y peor atendido por el gobierno de Trump, al que seguramente le pasaron por eso la factura los electores americanos.

Le sigue la economía, la cuestión racial y la ayuda a las minorías, el medio ambiente, la política exterior con énfasis en China y América Latina, el sistema de salud estadounidense, y la inmigración, donde estará obligado a revertir las agresivas y arrebatadas políticas de Donald Trump con las naciones vecinas, entre ellas México.

Para muchos, la victoria de Joe Biden en la elección presidencial de los Estados Unidos representa la vuelta a la política y la dignificación de la misma. Biden y el pueblo norteamericano demuestran que no está agotada la carrera profesional del político y que en este caso se ha revalorizado la carrera profesional de quien a lo largo del tiempo ha sustentado valores y creencias en consonancia con las aspiraciones de ese pueblo.

La victoria de Biden por amplio margen rescata la disciplina política de la caricaturización que se trató de hacer de ella en los últimos años y la rescata también —cuando menos ahora— de las distorsiones y los excesos de su uso para evitar que en esa gran nación y, a juicio de Sloterdijk, siguieran apareciendo las “epidemias políticas”.

Claro que un sector importante de la llamada clase política abonó demasiado el terreno en los espacios de poder, principalmente en los partidos y en las Cámaras para que eso sucediera. En la actividad política se colaron muchos aventureros que la utilizaron para beneficio personal, sin vocación de servicio y sin ideas consistentes para transformar la realidad.

Al mismo tiempo se la llevaron años desprestigiando a la política y a los políticos profesionales. Que “ya estaban desfasados, fuera de lugar y que eran una carga para la sociedad”. Con mucha frecuencia citaban como referente a Ronald Reagan para afirmar que “lo público (la política) o el Gobierno, en lugar de la solución era parte del problema” y se aceleraron con expresiones fuera de lugar que nunca supieron ni definir siquiera como “El cambio de paradigma”, que no explicaron y menos entendieron aquello que simplemente trata de una “verdad por consenso” o “todo aquél modelo, patrón o ejemplo que debe seguirse en determinada situación”.

Creyeron que sustituir a la política con las relaciones públicas y la mercadotecnia era ya parte de la modernidad —el fin de todo un ciclo— y de la disciplina, así como una tradición que les decía todo lo contrario en otras realidades, donde la política ha sido la herramienta fundamental para atender el conflicto social, resolver problemas y atenuar las diferencias de ideas y asegurar la gobernabilidad.

Con esos equipajes trataron de formar cuadros políticos sin una pizca de humanismo ni de historia; solo lo técnico y lo actual (el pasado ya pasó y ahí se queda sin servir para nada, decían), y con una lógica de la ganancia política a costa de lo que fuera, sin principios y mediante un aventurerismo político de colección, impulsando en toda una generación el cambio de partido o de ideas de acuerdo a la conveniencia o al interés del momento, promoviendo como nunca el transfugusimo y el acomodo personal tomando como base el cálculo económico más que el político.

Fue así como esos cambios resultaron costosos para la política y regresivos para los pueblos, porque dichos personajes no escatimaron el asociar la política con el negocio privado, vinculado a la acción pública o gubernamental bajo el supuesto maniqueo de mucha tradición en el cinismo con la clásica  afirmación atribuida al mexiquense Carlos Hank de que  “el político pobre era un pobre político”.

Guardaron para una mejor época los libros de historia e hicieron pulular los manuales de auto ayuda y los recetarios: El ABC de la política, En busca de la excelencia, Quién se ha llevado mi queso, Caldo de pollo para el alma, o todo tipo de literatura sobre los templarios y los textos de ficción de Dan Brown como Ángeles o demoniosy el Código Da Vinci, sumados al Arte de la guerra, de Sun Tzu.

Nada que ver con El Príncipe, de Maquiavelo, o El contrato social: o los principios del derecho político, de Rousseau, o La República, de Platón, para entender a los clásicos de la política.  No se dieron a la tarea de leer  y conocer historias como la del político francés François  Mitterrand, que después de tres intentos llegó a la presidencia de Francia y ligó la acción la política a las grandes transformaciones de esa nación. Mucho menos—creemos— se dieron a la tarea de estudiar vidas y aportaciones de célebres como Churchill y De Gaulle.

Tampoco revisaron las transiciones de la dictadura a la democracia en Chile, España y Argentina, por ejemplo, para darse una mínima idea de la importancia de la política en esos procesos.

Tampoco le dieron importancia a los políticos mexicanos estadistas por excelencia que cambiaron el curso de la historia de México, como Plutarco Elías Calles (que resolvió el pleito del siglo) y Lázaro Cárdenas (impulso radical a las demandas de la Revolución), y que a través de la política trabajaron para realizar importantes transformaciones para el México de las primeras décadas del siglo XX y que todavía perduran.

Con la elección de Joe Biden, la política está de regreso, y eso es una buena noticia para el Mundo, para los Estados Unidos y para México. También para quienes pensaban que la batalla la habían ganado aquellos que la habían distorsionado y la habían hecho rehén de intereses y de grupos no siempre solidarios con el interés general. Enhorabuena.

bulmarop@gmail.com

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