Reelección, Revocación y Segunda Vuelta.


Por: Marco Antonio Andrade Aguirre

andrade.aguirre@hotmail.com

 

La segunda vuelta electoral se implemento por primera vez en Francia para elegir presidente y diputados. Su aplicación es parte consubstancial también, junto a la reelección, de los sistemas electorales y de la normalidad democrática en la mayoría de los países europeos.

Actualmente 12 países latinoamericanos la tienen instituida para elegir alcaldes, diputados ó presidentes, sin mayor controversia sobre sus bondades políticas, aunque ya asoman ánimos de manipulación autoritaria como acaba de suceder en Bolivia con Evo Morales.

Costa Rica fue el primer país que, con el propósito de obtener una mayor representatividad y legitimación del presidente electo, aplicó por primera vez en 1949 la segunda vuelta electoral con resultados exitosos.

En nuestra experiencia nacional solamente San Luis Potosí la ha implementado, sustentada en un verdadero federalismo electoral, en las elecciones municipales y en la de diputados.

Sin embargo, la indiferencia histórica y la omisión legislativa para discutir la conveniencia de la segunda vuelta, al igual que los gobiernos de coalición, la reelección y la revocación de mandato generalizada, como mecanismos de contrapeso y control ciudadano, han evitado una mayor calidad de nuestra democracia. Por eso el creciente desencanto ciudadano.

Sin olvidar que la vulnerable situación y la debilidad inducida de algunos organismos autónomos y ciudadanizados como la CNDH y el SNA, es reveladora, pero más preocupante.

Nuestra cultura politica presidencialista, incluyendo el encanto subliminal por las figuras autoritarias, nos impide visualizar algunas experiencias estabilizadoras en otros países con democracias más eficientes y productivas, sin percatarnos del riesgo potencial de que aparezca el fantasma de Luis IV recordándonos que “el Estado soy yo”.   

De allí que es necesario revalorar la necesidad inaplazable de eficientar nuestra democracia a partir de dotar al ciudadano y a la sociedad de nuevos instrumentos que les permitan tomar las riendas de los asuntos públicos como sucede en las democracias más desarrolladas.

La libertad electoral del ciudadano es ya insuficiente. La formula tramposa de nuestra democracia donde el ciudadano tiene derecho a decidir por quién votar, pero no a elegir por quien hacerlo, debe compensarse mediante mecanismos de evaluación y calificación del desempeño de nuestros gobernantes.

Es lógico suponer entonces que urgen procesos de participación ciudadana directa para decidir temas de desarrollo económico y gasto publico. Veamos que pasa ahora en Chile.

Por otra parte, la reelección sigue siendo para nosotros, y muy especialmente para la oposición, claro está, un tema tabú ó una simple herejía politica. No obstante que en 13 países de la región está permitida, solo en Guatemala, Colombia, Honduras y México no aplica. Es necesario superar nuestros traumas políticos para modernizar nuestra democracia.

La sombra negra de Porfirio Díaz, Santa Ana ó del propio Benito Juárez, quienes gobernaron y se reeligieron a sangre, fuego y lodo por más de medio siglo, nos impide abordar con serenidad la discusión del tema a pesar que desde hace cinco años la reelección de senadores, diputados federales, diputados locales y alcaldes, está autorizada por nuestra carta magna.

En la lógica de las ventajas de dichos conceptos, creemos que como premisa general se daría un mayor poder al ciudadano para decidir quién gobierna con el mayor respaldo y legitimación social posible; también quien sale ó quien permanece en el gobierno por méritos y resultados; cuyo ejercicio podría determinar, además, quienes pasan de nueva cuenta la prueba de las urnas y quienes reciben, por voluntad popular, su acta de defunción politica.

La reelección y la revocación del mandato podrían ser valiosos instrumentos para que la gente decida con su voto que los políticos corruptos ó ineficientes sean proscritos del ámbito público.  Mientras no la apliquemos no sabremos sus alcances y conveniencia politica.

Es decir, la reelección y la acotación del tiempo en el poder obligarían a tener mejores gobiernos y gobernantes. Se eliminaría la aparición de alcaldes y diputados que tantas distorsiones ocasionan cada tres años por su incapacidad e improvisación, pero que también perjudican la imagen y credibilidad de los propios partidos. El daño ocasionado a la politica, pero sobre todo, a la función social de la politica, es gravísimo. Casi irreversible.

El PRD es un ejemplo lastimoso de ello. Actualmente sobreviven en la marginalidad absoluta.

En Sonora perdieron hasta el registro. Privilegiaron la subordinación y la incondicionalidad                                                a la formación de cuadros políticos serios y profesionales eficientes. Renunciaron a las causas sociales por el confort y el glamour. Ahora están pagando los costos de la imprevisión politica.

En ese sentido, y si bien es cierto que dichos temas no son parte de la agenda politica actual, es sugerente que en una eventual reforma político-electoral del próximo año, se incluyan tales asuntos y se analice también la reducción del periodo presidencial de 6 a 4 años, con derecho a competir en una eleccion inmediata, limitada a otro periodo por una sola ocasión.

Veremos si la vox populi, vox dei, aprueba ó reprueba.

CONCLUSION

 Es necesario modernizar los equilibrios y contrapesos del poder y, sobre todo, redemocratizar el sistema político sometiéndolo a nuevas reglas de democracia directa como la segunda vuelta electoral, la revocación de mandato y la reducción del periodo constitucional a cuatro años del presidente y de los gobernadores, incluyendo, la integración de gobiernos de coalición y la reelección por una sola ocasión para todos los cargos de eleccion popular en el pais, sin excepción.

Con la aplicación de éstos nuevos instrumentos ganaría la calidad de nuestra democracia, a su vez se garantizaría el pluralismo político e ideológico, el sistema de partidos y construiríamos un muro de contención contra el abuso del poder, la corrupción y la ineficacia de los futuros gobernantes para evitar que, como dijo Lichtenberg, “cuando los que mandan pierden la vergüenza, los que obedecen pierden el respeto”.    

Salud.

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