Rumbo al 2027: la aduana del 2026



Bulmaro Pacheco

Domingo 7 de diciembre de 2025

Todos aquellos miembros de partidos políticos que dieron el cambiazo de 2018 en adelante a favor de Morena, es decir, los tránsfugas políticos del PRI, PRD, PAN y MC que decidieron prestar sus servicios al partido oficial —a cambio de muchas cosas, principalmente canonjías políticas, económicas y jurídicas— andan nerviosos.

El próximo año (2026) que está por iniciar, significa el comienzo de los preparativos del año electoral que será en 2027. La llamada elección intermedia (primera evaluación del gobierno de la presidenta CSP), elegirá también a 17 gubernaturas, 500 diputados federales y numerosos alcaldes y diputados locales. 

De acuerdo con lo que establece el artículo 225 de la Ley General de Instituciones y Procedimientos Electorales: “El proceso electoral ordinario se inicia en septiembre del año previo al de la elección y concluye con el dictamen y declaración de validez de la elección (en este caso de 500 diputados federales). En todo caso, la conclusión será una vez que el Tribunal Electoral haya resuelto el último de los medios de impugnación que se hubieren interpuesto o cuando se tenga constancia de que no se presentó ninguno”.

¿Y por qué andan nerviosos actualmente los tránsfugas? Porque, a estas alturas, no saben bien a bien si lo que hicieron fue lo correcto, ni tampoco lo que les espera en el futuro inmediato.

El partido a donde emigraron (Morena) no les dio el trato que según ellos se merecían, y aprovechó la ingenuidad del tránsfuga para hacer un reparto de personas entre los diferentes partidos que integran la coalición gobernante, incluidos aquellos que solo cuentan con registro local y han caído en manos de los eternos negociantes de la política que cambian de color a la primera señal del oficialismo.

No están contentos porque en Morena los mandaron a hacer cola —dada su novatez, falta de méritos, bajo precio y nuevo ingreso— y ahora no los contemplan para las candidaturas prioritarias, lo que ha causado molestias incluso en aquellos personajes del oficialismo que fueron excluidos de la candidatura principal (léase, la candidatura al gobierno estatal), donde, en el caso de Sonora, el oficialismo ha cerrado en solo dos personas a los aspirantes con verdaderas posibilidades de participar en una designación donde solo intervendrán la presidenta de México y el gobernador en turno, nadie más; por más que hablen de encuestas y de sondeos a la opinión pública, que solo han sido disfraces que el oficialismo ha utilizado para imponer candidaturas, como pasó en Sinaloa, Guerrero, Michoacán, en la Ciudad de México y en otras entidades.

Andan inconformes también porque —a su juicio— , no les han dado lo que les prometieron. El tránsfuga es desagradecido, quiere cada vez más. Allá los que los promovieron.

A algunos alcaldes, producto del cambio forzado, no les han pagado con obras y servicios lo que les ofrecieron al tomar la decisión de bañarse en el Ganges para purificarse. Igual a funcionarios alquilados de origen, a los que han bajado de categoría o, de plano, los han despedido.

A otros legisladores tránsfugas no los hicieron funcionarios federales como les prometieron y permanecen en el ilusionismo político, en espera de que haya vacantes en alguna delegación federal o en otras esferas del gobierno local, donde el ineficaz, escueto, llevado y traído relevo generacional ha dominado las expectativas y recetas.

A algunos más los humillaron enviándolos a partidos franquicia a engordar bancadas sin consultarlos. ¿Qué hacer en el Verde Ecologista, eterno negociador de canonjías y favores económicos y políticos? ¿A poco creen que van a desplazar a los verdaderos dueños en lo local y nacional? No se ve por dónde. ¿A dónde van los que fueron ubicados —contra su voluntad— en un partido local como el PES, cuyo único futuro lo constituye la capacidad financiera de su dueño en turno?

Y andan desatados porque sienten que la marca los salvará en 2027, aunque no saben (actualmente) ni dónde ni cómo.

Ese argumento lo traen como un dogma y eso los hace despreciar las posibilidades de sus antiguos partidos, a los que, cada vez que critican, los ubican como perdedores “ante la marca que se impone”. Esa es su seguridad, es su apuesta.

El principal dogma de Morena y sus aliados es que se sienten ganadores eternos y que el desgaste en el gobierno no los va a alcanzar. Ese es el primer mito: la invencibilidad.

Ya se llevaron un susto en 2021 cuando las oposiciones sacaron dos millones de votos más que ellos en la elección intermedia y les ganaron las mayorías en las cámaras, y eso que apenas tenían tres años en el gobierno.

Eso obligó al presidente López Obrador a redoblar el programa de pensiones no contributivas y el reparto de dinero, sin hacer excepciones de quienes ya tenían pensión del IMSS o del ISSSTE, para ampliar la base de votantes a favor del oficialismo y, al mismo tiempo, adelantar la sucesión presidencial, destapando a sus “corcholatas” para hacer más grande el espectáculo y distraer, incluyendo a impresentables como Noroña en la lista, solo para buscar coincidencias con el PT.

Ahora traen como dogma —y oferta política para 2027— también la disminución del número de pobres en trece millones y medio de habitantes, como si la sola distribución de dinero fuera la clave para combatir la pobreza, dejando de lado cuestiones como la salud, educación, alimentación, empleo y vivienda.

¿Cómo disminuir la pobreza en una economía que crece a menos de un punto anual? Para Ripley o para premio Nobel de Economía el próximo año.

Para 2027 traen varias cartas que serán motivo de explotación y machacado político en 2026: el incremento de los salarios mínimos, la oferta política gradual de la semana de 40 horas y la reforma electoral que se presentará en enero, donde seguramente buscarán eliminar la figura de los plurinominales, el retiro del apoyo financiero a los partidos políticos y la eliminación de los organismos locales electorales para seguir concentrando el poder.

¿Nada nuevo bajo el sol? Para el oficialismo no. Solo la seguridad de que van a arrasar porque la marca así lo determina. No han calculado bien a bien cómo se traducirá la inconformidad manifiesta en multitud de expresiones sociales que les han movido el tapete en lo que va de 2025.

Excesos de confianza y un triunfalismo desmedido sin bases firmes. La política y la historia en México siempre han sido —a decir de Octavio Paz— una caja de sorpresas, y 2027 no será la excepción.

bulmarop@gmail.com

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